Estamos en febrero, mes notable por ser el más corto del año, por adherir una vez cada cuatro años un día más y por ser el mes anfitrión de la alegría en Buenos Aires.
Las calles porteñas, que a priori pensamos tan peligrosas, tan caóticas, tan sucias, tan oscuras se llenan los fines de semana de color y de vida para dar la bienvenida a los Corsos del Carnaval.
Aquella festividad anulada, quitada de tajo por la Dictadura Militar en su obsesión por “reorganizar el país” vuelve a la vida cada fin de semana en las calles porteñas demostrando la fuerza y la alegría desatada en cada avenida principal de la Ciudad de Buenos Aires.
Los Corsos no son nuevos, tienen una larguísima tradición tanto en Buenos Aires como en muchas de las ciudades de todo el país.
Es una celebración que comienza por las 6 de la tarde de cada sábado y domingo de Febrero, cuando los empleados municipales comienzan a preparar el vallado correspondiente para cortar el tránsito de las 4 o 5 calles (según el barrio) donde se realizará el festejo. Casi al unísono comienzan a llegar los parrilleros que encienden los fuegos que cocinaran los choripanes y hamburguesas de venta al público hasta el final de la celebración de cada día (a las 2 am los sábados y a las 12 am los domingos).
Poco a poco se va acercando el público, con sus sillas, con sus bombitas de agua, con sus improvisados baldes de agua confeccionados de los despojos de algún bidón y prestos a pasar un momento inolvidable.
Ya cerca de las 20.30 comienzan a llegar los micros que traen a diferentes murgas de distintos barrios de la ciudad y comienza el espectáculo por las calles porteñas tras un previo anuncio por parte de un conductor subido a un pequeño escenario.
A lo largo de la noche desfilan distintos conjuntos de Murga a todo bombo y baile, decorados por las tradicionales “guerras de espuma” con las que se deleitan los concurrentes tras comprar por 7$ la espuma en aerosol que ofrecen distintos comerciantes ubicados por la extensión de las calles delimitadas.
A su vez entre los distintos conjuntos murgueros desde el escenario se le agrega un toque de humor (con diversos humoristas) o de música (con conjuntos musicales barriales) y algunos sorteos con sus correspondientes premios.
Finalmente la noche culmina con la presentación de la Murga principal del barrio (dado que en los 32 Corsos programados en los diversos barrios porteños desfilan distintas murgas de otros barrios, a veces un mismo conjunto desfila en más de 3 corsos en la misma noche) y el agradecimiento desde el escenario con la consiguiente invitación a retornar el fin de semana siguiente.
Si bien los diversos Corsos generan las cotidianas críticas por parte de algunos vecinos por el corte de las calles, la suciedad de los papeles tirados, los ruidos, las botellas de cerveza y latas de espuma tiradas que representa la finalización de cada celebración, no se puede evitar saber que cada fin de semana de febrero, las calles porteñas (que cotidianamente vemos en los medios que parecen estar ubicadas en medio de una guerra civil) se llenan de vida, de alegría, de magia, de aquella magia que la Dictadura Militar quiso quitarnos y que hoy más que nunca sobrevive y baila al ritmo de las murgas porteñas.
por Martín Ariel Gendler
Estudiante en Buenos Aires, Argentina
One response to “Brillo y magia en las calles porteñas”
Tu articulo es muuy informativo. Millones gracias por contrubuir en linea con su pagina.. Chau