(al poeta pontífice desde el avión)
Tres ataúdes para su cuerpo de viento.
Tres cajas para la siembra
Estuario del Tíber en Roma.
Cuatro millones de pies polacos.
Ciprés, cinc, nogal: tres ataúdes.
Y cuatro millones de otro pies,
de otros huérfanos viajeros.
Ciprés tras el invierno.
Cinc mudo (sólo hablan los orantes).
Nogal crecido en Wadowice,
a treinta y tres kilómetros de Auschwitz.
Karol vuela. Karol canta.
Karol besa los aeropuertos
como altares.
Consagra ojos y lenguas.
Karol reina. Karol rema.
Karol cae como pelícano
atravesado por la lanza en altamar.
Llama Karol: “Conducid mar adentro.
No temaís, remeros libres,
abrid la barca al Dios Resucitado,
abridla como los huérfanos
desvelan rendijas
entre sus lágrimas y sus águilas,
abrid vuestros portones
como dos labios de María.
Sed bienaventurados. Yo lo soy.
Magnifica mi alma al Señor. Amén”.
P. Joaquín Alliende Luco,
de la Academia Chilena de la Lengua.
Por Amelia Escala