En Columbia University, donde he estado estudiando este último año, la verdad es que la política no es algo que se respire en el aire. En cambio, miro atrás, hacia las universidades españolas donde estudié antes, y la sensación resultaba bien distinta.

De algún modo, me da la sensación (que puede bien ser completamente errónea; y por ello lo llamo tan solo “sensación”) de que eso es fruto, en gran parte, del sistema en sí mismo. Columbia, universidad que cuesta diversos años de sueldo por curso, donde los estudiantes contraen decenas, a veces centenares de miles de dólares de deuda por un par o tres o cuatro años estudiados. España, donde la educación es eminentemente pública y relativamente asequible. En otras palabras, donde virtualmente cualquiera puede estudiar – aunque la situación está cambiando ligeramente. Por ello, la diferencia de clases, o la representación de estratos sociales, es bien distinta en cada uno de estos contextos.

Es esa diversidad, esa riqueza poblacional que queda representada en España, la que a mi parecer da paso y pasto a una masa intelectual altamente politizada – en comparación con lo que he apreciado entre la media (porque, como siempre, hay de todo en todas partes, se trata tan solo de mayorías y minorías) acá en Columbia University.

Por Ferran Masip-Valls