Recuerdo cuando las elecciones en Estados Unidos se acercaban. “No puede ganar un negro”, decían los más brutos. “en que están pensando los Democratas, ¡así van a perder las elecciones!” decían los más conservadores. Y Obama ganó.
Las calles americanas se llenaron de fotos en cada negocio y portal, y las calles del mundo se llenaron de esperanzas por un cambio en esta –nos guste o no- potencia mundial que decide más por nuestros destinos de lo que algunos desearíamos.
“El milagro de Obama”, y si bien más que contento, lo miraba todo con un cierto recelo.
El tiempo lo ha demostrado. Por un lado, Obama se ha encontrado con la mayor crisis y consecuente recesión desde principios de siglo (y esperemos, podría escribir entradas larguísimas argumentándolo, pero la cosa, a medio –largo plazo, no ha hecho más que empezar). Por otro lado, lo que el público general no tiene en cuenta, es que Obama está permanentemente atado a lo que podríamos llamar “poderes fácticos”. En otras palabras, señores, Obama no es el gobierno.
Cualquier reforma, propuesta o cambio debe ser aceptado por, tanto el congreso, como el senado. Además, esa es la versión pública de los hechos, en un país (como la inmensa mayoría, pero en este particularmente) donde la economía se encuentra atada por manos y pies por las grandes corporaciones. Al fin y al cabo, la mayor parte del PIB y demás depende, en gran medida, de dichas compañías. Y en el caso de Estados Unidos, la mayor parte de los gastos de “campaña electoral” provienen de fondos privados, así que la figura pública en cargo se encuentra atada de manos y pies incluso antes de llegar al gobierno.
Así que no se de que nos sorprendemos si Obama no ha conseguido implementar cambios drásticos. Y ahora que la economía, no solo Estadounidense si no global, parece estar colapsando, me parece no tan solo lógico si no necesario un recorte fiscal tan criticado por parte de la administración.
Eso sí, la discusión aparece al preguntar e indagar en quienes son los beneficiarios y quienes los damnificados de dicha reforma. Empiezan a surgir las voces de alarma que alertan de una revolución si no se para los pies y se empieza a tasar a los “super-ricos” (y no desde la ignorancia y las teorías de conspiración – surgen voces desde incluso el New York Times). Y tendrá que verse si, por ejemplo, el gasto militar se reduce en la medida que sucederá en ámbitos como las ayudas sociales.
Una vez más, los gobiernos son resultado de “poderes facticos” y grandes corporaciones; mientras los partidos políticos y sus cabezas de lista intentan hacer lo mejor (o no) para mantener la compostura.
Por Ferran Masip-Valls