La guerra en Afganistán tiene raíces bien profundas que trascienden los ámbitos comunes por los cuales se juzga a cualquier conflicto bélico. Revisando algunos antecedentes, resaltan de manera inmediata contiendas escatológicas iniciadas desde hace varios siglos atrás.
Para conocer mejor la ideología predominante en Afganistán, convertido ahora en uno de los bastiones más extremistas del mundo islámico, debemos repasar algunos sucesos históricos; de este modo, se presentará de manera más clara el panorama general de un conflicto muy añejo y que difícilmente hallará la paz esperada, mientras los extremistas islámicos insistan en recuperar aquel dominio de antaño, tal y como sucedía cuando el islam reinaba sobre el mundo antiguo.
Las cosas comenzaron a resultar bastante bien para esta nueva religión surgida a mitad del desierto de Arabia durante el siglo VII de nuestra era; acrecentando sus dominios territoriales a la par de implantar su cultura y religión dentro de vastas regiones del Magreb, y península europea principalmente, todo marchaba de forma muy favorable para líderes y jerarcas de este credo de masas.
Sin embargo ocurrió que entrado el siglo XII, merced al curso natural por la profundización del entendimiento teológico islámico, surgieron diferencias irreconciliables en la interpretación de la ley, ocasionando que gran parte de su propia unidad militar, política y económica se fuese al traste; con ello numerosos territorios ocupados y aventajados en unidad, lograron finalmente recobrar su autonomía.
La doctrina islámica tiene raíces profundas en el culto politeísta de adoración al dios de la Luna; como es conocido, Mahoma realizó reformas que la llevaron a convertirse en culto monoteísta y centrar su atención en ‘corregir a los pueblos del libro’ (judíos y cristianos).
A ninguna religión le interesa con tanto énfasis y violencia ‘corregir’ a otra; en el caso del islam este es uno de sus propósitos y objetivos centrales, porque entiende perfectamente la escatología judeo – cristiana, pero al final altera a conveniencia los papeles entre los polos positivo y negativo de una misma historia.
La yihad o guerra santa y las intenciones permanentes por erradicar al pueblo judío de la faz de la tierra, convierten a los extremistas islámicos donde quiera que se encuentren, en individuos amenazadores que en aras de lograr la propia salvación y expansión de su credo, y además creyendo que pelean la guerra de dios, harán todo lo que esté en sus manos por combatir a ‘infieles’ y a quienes establezcan cualquier género de alianza con el pueblo judío, botín principal de toda esta historia.
Lamentablemente el éxito del islam reside en gran parte por entender demasiado bien la necesidad humana por la búsqueda de salvación, y aprovecharse de ello para adoctrinar masas al unísono.
Por Mariano Santos