Roberto Casin repasa desde Miami los efectos que ha tenido la crisis financiera mundial para los países más ricos y para las principales economías emergentes.
La crisis económica global no sólo ha sacudido los cimientos del sistema financiero internacional y lanzado al desempleo a millones de trabajadores, sino que también los países ricos no son ya tan ricos y los hasta hace poco pobres están camino de tomar las riendas de la prosperidad mundial.
Por aventurada que parezca, esa es la conclusión a la que llega un estudio titulado “El patrimonio de los emergentes en dos décadas: un mundo cambiante”, hecho por la firma Goldman Sachs, hasta que estallara la crisis uno de los grupos de inversión más grandes del planeta.
El pronóstico se resume así: en 20 años, EE.UU., Europa y Japón cederán el mando de la economía a China, India y Brasil, que para entonces, según Goldman Sachs, producirán el 60 por ciento de la riqueza global, en su totalidad cifrada en 138 billones de dólares.
Según el vaticinio numérico de la firma, algo que por supuesto todavía está por ver, la producción de los países occidentales sólo equivaldrá para la fecha a 56 billones de dólares, mientras que la de las naciones hoy consideradas emergentes será de 82 billones de dólares. De modo que los papeles se invertirían, en gran medida gracias a China, Brasil, India y Rusia.
Pero hay más, la cábala económica asegura que el gigante asiático desplazará a la actual primera potencia del mundo, O sea, que China que en la actualidad ostenta el 9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) planetario, en el 2030 aportaría el 23 por ciento del total. Y EE.UU. que hoy día genera el 24 por ciento vería reducido su potencial económico a sólo el 17 por ciento del PIB mundial.
¿Es utópico pensarlo? Angel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), es de los que piensa que no, porque el país más populoso de Asia siempre ha figurado en el centro del universo y ahora sólo estaríamos volviendo a la normalidad. O sea, se habla de un reequilibrio de fuerzas.
Sea cierto o no, la pregunta que habría que hacerse es: qué han hecho las llamadas economías “emergentes” para pasar ahora a un primer plano.
Según algunos expertos, después de la deblace financiera asiática de 1997 muchas aprendieron la lección, y empezaron a aplicar políticas monetarias y fiscales más austeras y ahorrativas. En suma, que, económicamente hablando, esos países se hicieron más disciplinados.
Resultado: de cara al futuro inmediato no sólo predicciones como la de Goldman Sachs favorecen a China, India y Brasil, sino que en foros como el G-20 y la OCDE la pregunta de orden es cuánto más poder de voz y de voto debe dárseles a las economías “emergentes”.
Roberto Casín
Miami, EE.UU.