Hola estimado lector/ra en cualquier lugar donde este viendo estas líneas. Varias personas tienen diversas opiniones respecto al destino; los debates entre la creación del futuro y el libre albedrío son bastante interesantes. Yo soy un individuo que confía en una energía universal que rige las cosas (comúnmente llamado Dios). Por su intervención vi la solicitud para unirme al equipo de colaboradores en este sitio tan interesante, completo y dinámico. En mi solicitud mencioné que redacto de todo un poco. Un comunicador debe saber de todo, o al menos, saber crear argumentos que convenzan al consumidor. Mi primera incursión es sobre la realidad tan terrible como cruda que impera en mi país: México.
Tres años atrás tuve una compañera de origen colombiano en mis clases de inglés. Logré buena relación con ella; un día le pregunté sobre el narcotráfico en su patria y me respondió: -Mira, México y Colombia no son tan distintos. De hecho, su cultura es más parecida de lo que crees. Existen cosas bastante feas. Pero solamente en ciertas partes del país. Colombia es un lugar muy bello, solo que por sus problemas esto queda desapercibido”-. Como cambian las cosas, ahora me toca repetir la respuesta de tan amena dama colombiana. Para resumir en unas lo que tiene México, se puede resumir en la suma de los errores.
No dudo que en un lustro o década a lo mucho, antropólogos o sociólogos de gran renombre traten de explicar lo que esta lacerando de manera tan profunda a la tierra del “ombligo de la luna” (significado de México). El narcotráfico no es un problema nuevo, desde los años cincuenta se hablaba de ciertos personajes relevantes en la vida política o judicial de la nación que apoyaban a los cárteles de otras latitudes para introducir las sustancias nocivas. Un dicho mexicano cita:”Tanto cae el cántaro al agua hasta que se rompe”. El dominio sobre estos grupos ilegales se perdió, quizá el más grande error de los dirigentes gubernamentales fue el aliarse con ellos para que financiaran su campaña para sitios importantes del gobierno. Hoy, varios de los funcionarios, tienen remordimientos de conciencia por tanta sangre derramada en una lucha frontal contra las drogas. Honestamente, no sé cómo pueden dormir por las noches.
Felipe Calderón, actual dirigente del poder ejecutivo mexicano, prometió y cumplió la promesa de una lucha cara a cara contra quienes se encargan de comercializar sustancias ilegales a los largo de México. Una loable acción, el problema grave vino con la estrategia para erradicarlos. ¿Cómo es posible que trates de apoyarte en organizaciones totalmente corrompidas por el dinero ilegal de estos grupos?, ¿No debería acaso un militar de gran experiencia coordinar la estrategia en lugar de un individuo que, solo por la facultad que le otorga la constitución gracias a la democracia, refrenda uno de sus compromisos políticos?
Para la gran mayoría de mexicanos, la droga y grupos delictivos eran cosas de películas americanas o malos manejos en Sudamérica. Hoy en día se vive un ambiente de miedo colectivo. Ahora que está en auge la película de Harry Potter les comentó algo que, en lo personal, me causa mucha pena. Es tal el grado de temor que la ciudadanía prefiero no hablar de “los última letra del abecedario” (uno de los grupos más sanguinarios y poderosos se autonombran Los Zetas). Nos hacen falta personas con el arrojo del personaje de JK Rowling para decirles por su nombre. Varias urbes famosas por su vida nocturna han bajado sus bonanzas; tiroteos y muertos han silenciado la música de sitios donde la diversión era una garantía. Varios inocentes han muerto por el fuego cruzado entre militares y delincuentes. Historias que te causan un nudo en la garganta se cuentan al por mayor; estar en un sitio equivocado puede costarte la vida.
Grupos delictivos menores, que operan en ciudades o comunidades pequeñas se apoyan de la fama de grupos con dominio casi nacional para escudarse en sus delitos. Cuando alguien sufre extorsión no denuncia por las represalias que puedan tener en contra de ellos y sus seres queridos: -ya vez como matan a sangre fría esos grupos- mencionan varios empresarios. Salvo la capital del país, los eventos masivos en la república están decayendo. Recientemente fui a un evento de esta índole y me revisaron dos veces antes de ingresar. Antes solo revisaban bolsas y te pasaba el detector de metales. Un pavor colectivo inunda. Los jóvenes (me incluyo) están limitados a las salidas nocturnas; las noticias de balaceras o masacres se quedan “off the record” (fuera de publicación o emisión masiva). Démosle las gracias a un aberrante pacto de medios masivos llamado Iniciativa México. Prometo que en otra ocasión ahondaré en esto.
Existe una animadversión por tomar la responsabilidad de estos hechos. El problema de la violencia no se limita al tráfico de drogas. Tiene una raíz más profunda. Mexicanos caen en la tentación del dinero fácil por las nulas oportunidades de trabajo que cubran sus necesidades. Maestros que se preocupan más por su salario que por la preparación de sus alumnos crean individuos que no tienen las herramientas suficientes para ser económicamente activos. El salario mínimo roza los 60 pesos, únicamente puedes comprar un poco de alimento para cubrir una comida de las tres necesarias para el organismo al día. Existe mucho talento en la juventud mexicana, va desde el área deportiva (con la grata sorpresa de la sub-17 hace unos días) hasta tener la mejor universidad de Latinoamérica (UNAM).
Sé que tanto la perfección como la paz se logra por breves lapsos de tiempo, quisiera ver de nuevo a mi amada patria vivir con tranquilidad. Ya que toqué el tema del mundial juvenil, la celebración fue una catarsis para los mexicanos sedientes de buenas noticias. En contra parte, se trató de unos de los fines de semanas más sangrientos del 2011. Murieron más de cien personas en hechos violentos. Individualmente trato de concientizar para que, en conjunto, logremos las modificaciones que tanto urgen a un Estado desahuciado. Los dejo con esta frase a la que muchos deberías recurrir, sobre todo mexicanos: “Es imposible que el bien común de la ciudad ande bien si los ciudadanos no son virtuosos” (Santo Tomás de Aquino).
Por Salvador Rodríguez Cruz